lunes, 7 de diciembre de 2015

La enfermedad

   Una de las cosas que más definen a los bebés (en mi opinión, por encima incluso del ADN o de su educación) son...sus mocos. Hay bebés con un grifo constante de moco cristalino en la nariz, otros con un moco macizo, verduzco-amarillento, que ríete tú del "no-mas-clavos", otros que expulsan unos gargajos capaces de comerse el barniz del suelo de casa, otros que se los comen continuamente...los hay que, incluso, los coleccionan. Lo que no existe es el bebé sin mocos. Puede que tarden más o menos en aparecer, puede que estén ahí desde que llegan a casa o que se manifiesten al empezar la guardería pero, una vez que afloran, acompañarán fielmente a tu hijo hasta que le salgan pelos en las axilas.

   Esta circunstancia, que un papá asume desde el principio (de forma sagaz, me atrevería a decir) como algo connatural al crío, hace que salten todas las alarmas de mamá y que aparezca otra de las frases preferidas por ellas: "este niño está enfermo". Comienza aquí el ciclo vital de visitas a médicos de guardia.

   Ir al pediatra de urgencias es algo así como un "dèjá vu" constante, como el día de la marmota. Tú ya sabes, antes de entrar, lo que te van a decir: es normal en los críos, mucho agua, Paidoterin o Flumil según la procedencia del moco, Apiretal o Dalsy si aparece fiebre y vuelve en 2 ó 3 días si no mejora.  Pero mami se queda más tranquila después de la visita (de hecho, al pediatra se va más por la madre que por el hijo) así que el círculo se repite, se repite, se repite...

   A partir de la visita al profesional se suceden las consultas a los amateurs: las abuelas. Y otro círculo vicioso: que si los pediatras que sabrán, que si lo que hay que hacer es abrigarlos mucho, que si tienen que sudar, que si miel para la garganta, que si caldos muy calientes, que si subirles el colchón, que si la dichosa cebolla en la mesita, que si no salga de casa que es peor, que si mejor que salga para  airearse un poco...Un no parar.

   Papá, esos días, se dedica a observar a mamá...hasta que una mañana se encuentra a solas con el niño por un ineludible compromiso de la madre. La nota que ha dejado mamá es tan difícil de interpretar para una mente masculina como las instrucciones de un electrodoméstico chino: "Cuando se levante échale Rhinomer, aspírale los mocos, tómale la temperatura, si tiene más de 37 le das Apiretal, si pasa de 38 mejor Dalsy, si le moquea la nariz le das Paidoterín, si lo que tiene es tos con flema le das Flumil, recuerda quitar la cebolla de la mesita, ventila la habitación...mándame un whatsapp cuando se despierte (esto es para confirmarte la nota)". Papá, que como ya he dicho antes, es muy sagaz, observa al niño al levantarse y confirma cada uno de los síntomas del susodicho así que, recordando sus años universitarios de botellón, prepara un biberón con un poco de Dalsy, otro tanto de Paidoterín, unas gotas de Apiretal, un chupito de Flumil, una cucharada de miel y un poco de cebolla regado todo con unos flús-flús de Rhinomer. Al cabo de unos instantes ya puede enviar el whatsapp a la madre: "Cari, el niño fenomenal, nada de mocos, nada de fiebre...mucha gastroenteritis eso sí, pero ya lo he sacado a la terraza a ventilar"

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