jueves, 11 de febrero de 2016

El colegio

   Un día de junio llegó mamá y me dijo: "Hay que ir a encargar el uniforme del nene" "¿El uniforme? ¿Le vas a poner a trabajar ya?"...pues sí, queridos colegas paternos, los niños empiezan el cole a la tierna edad de 3 añitos. No saben hablar, no saben mear solos, ni siquiera son capaces de escupir... pero les toca incorporarse ya a la férrea disciplina escolar. Yo creía que el colegio se empezaba a los 6 años o por ahí (reminiscencias de la EGB) pero no, con 3 años comienzan Infantil.
   Puede parecer una tontería, el ciclo natural de las personas, una nimiedad comparado con los años de aprendizaje que le esperan al niño. Eso lo puede parecer hasta que vas a la primera reunión de padres que organiza el colegio en verano. Lo llaman reunión para que quede bien porque, en realidad, se trata de una charla amenazante donde se dan una serie de exigencias de obligado cumplimiento por parte de los futuros alumnos. A saber: deben ser capaces de estar, al menos, media hora sentados y quietos, de estar callados, de hacerse comprender con un vocabulario adecuado, de ser autónomos para comer y beber, de ir al baño solitos, etc. Yo, a mitad de reunión, le dije a mi mujer "levántate que nos hemos equivocado de aula, ésta debe ser para los que empiezan la ESO". Si no llega a ser porque nos tenían sentados en pupitres de colores de unos 50 centímetros de altura creo que ella hubiera pensado lo mismo. Luego vuelves a casa y te encuentras a la fiera con el pañal puesto, gritando de forma incomprensible y con los mocos ya a la  altura de la barbilla y te planteas seriamente pedir una prórroga como las de la antigua mili y que el niño empiece el colegio, no sé, como a los 10 años.
   Al final no es todo tan dramático para ellos ya que prácticamente ninguno cumple las normas que nos dieron en su momento y ellos siguen con su feliz existencia de juegos. Pero el colegio lo tiene todo planeado y, como alguien tiene que sufrir, se inventan lo de las tutorías. Una tutoría es algo así como volver a la prea-dolescencia cuando tu madre te leía la cartilla con cara solemne. Que si el niño se hace pis, que si le quita las galletas a los otros, que si no para quieto, que si no obedece, que si chilla...leyendo entre líneas te vas dando cuenta que lo que quiere decir la maestra es "¡A ver si educamos mejor a este salvaje!"
  
Mi mujer sale siempre preocupada de las tutorías pero yo, que soy más positivo, pienso que, tal y como está hoy el mundo, es más posible que el nene salga adelante siendo delincuente y, eso, se le da de cine.

miércoles, 6 de enero de 2016

La Navidad

   La Navidad es un periodo de alegría, paz, fraternidad y tranquilidad...salvo que tengas hijos y, entonces, se convierta en una época de nervios, cansancio, discusiones y muchas carreras. Hay Navidades que te apetece coger la caja de champán que guardas para las celebraciones y darte a la bebida.
 
   Bueno, eso para papá: mamá recupera la ilusión que tenía cuando era cría y que fue perdiendo con los años. Ahora mamá está ilusionadísima con las luces, los regalos, los Reyes, los escaparates, el árbol de Navidad, el Nacimiento...El niño no tanto; le gusta sí, pero lo de mamá es otro nivel. La Navidad, como las visitas al pediatra, se inventaron, básicamente, para las madres.
 
   Las dos primeras Navidades de un nene son, prácticamente, como las anteriores. Él no se entera de nada (sigue en su periodo seta-apéndice-de mamá) pero su madre se lo lleva a todas partes: a ver la iluminación de las calles, a ver los escaparates adornados, a ver todos los Belenes de la ciudad, a ver la cabalgata, a visitar a Ali Atar (el primer año, de hecho, le vomitó encima: cabreo del príncipe, vergüenza mía y mamá encantada: "mira, cariño, así se acordará de ti").
 
   A partir de ahí el niño ya empieza a darse cuenta de lo que suponen estas fiestas y capta a la perfección el meollo de esta época: los regalos. Un chaval, a los tres o cuatro años, piensa que la carta a los Reyes es como un cheque en blanco: todo vale, cueste lo que cueste el juguete, pese lo que pese y tardes los meses que tardes en montarlo. Anuncio que ve en la tele, juguete que quiere...y mamá le apoya: que si la ilusión, que si el trauma infantil, que si es una vez al año...Tú sólo te fijas en dos datos: el número de piezas y el precio. Personalmente, cuando un juguete tiene, vamos a suponer, más de dos o tres piezas, me resulta tan desalentador como un armario de Ikea (estoy un fin de semana intentando montarlo y, al final, siempre me faltan o sobran piezas). Respecto al coste: os juro que en enero he visto a mi VISA mirarme desencajada y soltar unos lagrimones como puños.
 
   Pero bueno, como el que no se consuela es porque no quiere, yo, en estas fiestas, todos los días me repito el mismo mensaje al levantarme por la mañana: profesores, ya os queda un día menos en el paraíso.